lunes, 12 de diciembre de 2011

CELAC y el fin de la OEA


Carlos Angulo Rivas*

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC nace de una necesidad impostergable. Los 33 países que la conforman han dado origen permanente a CELAC en la reunión presidencial de Caracas, los días 2 y 3 de diciembre último, sancionando estas naciones su independencia y soberanía, su unidad integracionista y su emancipación económica.Desde 1947 cuando la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, se convocó en Río de Janeiro, luego de la Segunda Guerra Mundial, nuestro continente ha estado sumergido en un pleito internacional que no es suyo. 


Estados Unidos gestó “Guerra Fría,” y nos metió a todos en su política de ocupación y agresión neocolonial que dura hasta ahora a pesar de la caída del muro de Berlín. Recordemos que en aquella reunión de Brasil se adoptó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca con el fin de asegurar la defensa colectiva ante un eventual ataque de una potencia exterior a la región, tratado que se cumplió al revés cuando Gran Bretaña, potencia exterior, atacó Argentina por la posesión de las islas Malvinas en 1982. 

En ese entonces Estados Unidos se plegó a la agresión británica sin importarle su compromiso por la defensa del continente.

Después de esta Conferencia Interamericana reunida en Brasil, fue en 1948 en Bogotá donde se creó oficialmente la Organización de los Estados Americanos OEA, la misma que en corto tiempo se convirtió en un instrumento político de dominación económica y social de los estados miembros por parte de Estados Unidos. Los más de sesenta años de existencia de la OEA nos muestran, inequívocamente, la manipulación y el chantaje de la superpotencia sobre los gobiernos de la región y sobre los organismos dependientes del “interamericanismo” como son el Banco Interamericano de Desarrollo, la Comisión de Derechos Humanos, el de Control del Abuso de Drogas, la Cooperación Internacional, etc. 

Así como ocurre con las Naciones Unidas, la OEA también está sometida a los designios imperialistas y la democracia interna poco vale cuando Estados Unidos, por sí solo, impone las políticas a seguir. Un ejemplo axiomático de cuanto decimos ocurrió en 1962 cuando Cuba fue expulsada de la OEA debido al proceso revolucionario encabezado por el comandante Fidel Castro; luego vino el bloqueo y el ilegal embargo rechazado invariablemente por las Naciones Unidas.

La singular trayectoria de la OEA apoyando subrepticiamente sangrientas dictaduras militares como las de Pinochet, Videla y Bordaberry, en Chile, Argentina y Uruguay; o las violaciones de los Derechos Humanos en las guerras de liberación en Centro América; o interviniendo militarmente en Santo Domingo, Panamá, Granada; o promoviendo golpes militares y el derrocamiento de presidentes constitucionales como Jacobo Arbenz en Guatemala 1954, Joao Goulart en Brasil 1964, Salvador Allende 1973; y los golpes de estado en Venezuela 2002, o el de Honduras 2009; o el Plan Colombia y la militarización en ese país extensivo al Perú y Bolivia, con el pretexto de la “guerra a las drogas”; etc. nos abre los ojos frente a una organización, la OEA, cuya misión ha sido distorsionada para ponerla al servicio de una brutal neocolonización imperialista que pretende consolidarse con mayor fuerza luego de los 200 años de presunta e hipotética independencia y soberanía frente a los colonialistas europeos.

En la práctica, la puesta en marcha de CELAC como organismo interamericano, sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, obedece a la necesidad impostergable, tal como señalé al principio, de defender la independencia y soberanía de Nuestra América, pensada por Simón Bolívar y José Martí, donde nuestros pueblos deben integrarse en razón de su homogeneidad política, económica, defensiva, social y cultural; y donde las superpotencias económicas, industriales y militares nada tienen que hacer. En esta dirección CELAC debe ser el organismo de reemplazo inmediato de la OEA, pues la historia viene demostrando que formamos un continente de 33 países con casi 600 millones de habitantes y una economía propia de aproximadamente siete mil millones de dólares de producción anual, con una potencialidad mucho mayor en función de los ingentes recursos naturales y energéticos. Y ciertamente en Nuestra América existe hoy un paulatino despertar de la conciencia social, un resurgimiento de los líderes progresistas frente a la enorme crisis económico-financiera del sistema capitalista neoliberal y la globalización.

Reunificar a Nuestra América en las actuales condiciones históricas es un imperativo cumplido con constitución de CELAC que extiende una partida de defunción adelantada a la OEA, por ser este un organismo caduco e inservible, imposible de rescatar e impensado como representativo de las naciones latinoamericanas y caribeñas; ya que como hemos observado el “interamericanismo” a la usanza, enfoque y disponibilidad de Estados Unidos no permite el pleno desarrollo de la democracia y la libertad de nuestros pueblos.
*Poeta y escritor peruano

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