Carlos Angulo Rivas*
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC nace de una necesidad impostergable. Los 33 países que la conforman han dado origen permanente a CELAC en la reunión presidencial de Caracas, los días 2 y 3 de diciembre último, sancionando estas naciones su independencia y soberanía, su unidad integracionista y su emancipación económica.Desde 1947 cuando la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, se convocó en Río de Janeiro, luego de la Segunda Guerra Mundial, nuestro continente ha estado sumergido en un pleito internacional que no es suyo.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC nace de una necesidad impostergable. Los 33 países que la conforman han dado origen permanente a CELAC en la reunión presidencial de Caracas, los días 2 y 3 de diciembre último, sancionando estas naciones su independencia y soberanía, su unidad integracionista y su emancipación económica.Desde 1947 cuando la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, se convocó en Río de Janeiro, luego de la Segunda Guerra Mundial, nuestro continente ha estado sumergido en un pleito internacional que no es suyo.
Estados Unidos
gestó “Guerra Fría,” y nos metió a todos en su política de ocupación y
agresión neocolonial que dura hasta ahora a pesar de la caída del muro
de Berlín. Recordemos que en aquella reunión de Brasil se adoptó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
con el fin de asegurar la defensa colectiva ante un eventual ataque de
una potencia exterior a la región, tratado que se cumplió al revés
cuando Gran Bretaña, potencia exterior, atacó Argentina por la posesión
de las islas Malvinas en 1982.
En ese entonces Estados Unidos se plegó a
la agresión británica sin importarle su compromiso por la defensa del
continente.
Después de esta Conferencia Interamericana reunida en Brasil, fue en 1948 en Bogotá
donde se creó oficialmente la Organización de los Estados Americanos
OEA, la misma que en corto tiempo se convirtió en un instrumento
político de dominación económica y social de los estados miembros por
parte de Estados Unidos. Los más de sesenta años de existencia de la OEA
nos muestran, inequívocamente, la manipulación y el chantaje de la
superpotencia sobre los gobiernos de la región y sobre los organismos
dependientes del “interamericanismo” como son el Banco Interamericano de
Desarrollo, la Comisión de Derechos Humanos, el de Control del Abuso de
Drogas, la Cooperación Internacional, etc.
Así como ocurre con las
Naciones Unidas, la OEA también está sometida a los designios
imperialistas y la democracia interna poco vale cuando Estados Unidos,
por sí solo, impone las políticas a seguir. Un ejemplo axiomático de
cuanto decimos ocurrió en 1962 cuando Cuba fue expulsada de la OEA
debido al proceso revolucionario encabezado por el comandante Fidel
Castro; luego vino el bloqueo y el ilegal embargo rechazado
invariablemente por las Naciones Unidas.
La
singular trayectoria de la OEA apoyando subrepticiamente sangrientas
dictaduras militares como las de Pinochet, Videla y Bordaberry, en
Chile, Argentina y Uruguay; o las violaciones de los Derechos Humanos en
las guerras de liberación en Centro América; o interviniendo
militarmente en Santo Domingo, Panamá, Granada; o promoviendo golpes
militares y el derrocamiento de presidentes constitucionales como Jacobo
Arbenz en Guatemala 1954, Joao Goulart en Brasil 1964, Salvador Allende
1973; y los golpes de estado en Venezuela 2002, o el de Honduras 2009; o
el Plan Colombia y la militarización en ese país extensivo al Perú y
Bolivia, con el pretexto de la “guerra a las drogas”; etc. nos abre los
ojos frente a una organización, la OEA, cuya misión ha sido
distorsionada para ponerla al servicio de una brutal neocolonización
imperialista que pretende consolidarse con mayor fuerza luego de los 200
años de presunta e hipotética independencia y soberanía frente a los
colonialistas europeos.
En la práctica, la
puesta en marcha de CELAC como organismo interamericano, sin la
presencia de Estados Unidos y Canadá, obedece a la necesidad
impostergable, tal como señalé al principio, de defender la
independencia y soberanía de Nuestra América, pensada por Simón Bolívar y
José Martí, donde nuestros pueblos deben integrarse en razón de su
homogeneidad política, económica, defensiva, social y cultural; y donde
las superpotencias económicas, industriales y militares nada tienen que
hacer. En esta dirección CELAC debe ser el organismo de reemplazo
inmediato de la OEA, pues la historia viene demostrando que formamos un
continente de 33 países con casi 600 millones de habitantes y una
economía propia de aproximadamente siete mil millones de dólares de
producción anual, con una potencialidad mucho mayor en función de los
ingentes recursos naturales y energéticos. Y ciertamente en Nuestra
América existe hoy un paulatino despertar de la conciencia social, un
resurgimiento de los líderes progresistas frente a la enorme crisis
económico-financiera del sistema capitalista neoliberal y la
globalización.
Reunificar a Nuestra América en
las actuales condiciones históricas es un imperativo cumplido con
constitución de CELAC que extiende una partida de defunción adelantada a
la OEA, por ser este un organismo caduco e inservible, imposible de
rescatar e impensado como representativo de las naciones
latinoamericanas y caribeñas; ya que como hemos observado el
“interamericanismo” a la usanza, enfoque y disponibilidad de Estados
Unidos no permite el pleno desarrollo de la democracia y la libertad de
nuestros pueblos.
*Poeta y escritor peruano
No hay comentarios:
Publicar un comentario